Es curioso, 10 años después mi vida sigue parecida. En 2001 tenía 17 años y pensaba asustada qué sería de mi porque comenzaba la Universidad en unos pocos días. Hoy, con 27, sigo pensado que será de mi, asustada porque no encuentro un empleo.
Recuerdo que aquel día estaba en casa con mi madre y una amiga suya telefoneó: "Poned la tele, ¡ha chocado un avión contra las Torres Gemelas!" Fue encender el televisor en el primer canal que pillamos, y estrellarse el segundo avión... Lo que más me impactó fue el desconcierto absoluto de Matías Prats. Tras un primer minuto de completo silencio y estupefacción total, llamamos por teléfono a mi abuela (que hoy ya no está entre nosotros) para que pusiera la televisión, pero ella ya estaba enterada. Sus palabras fueron muy elocuentes: "¡Madre mía, parece una película!". Sin duda creo que ese fue el sentimiento generalizado de los primeros momentos: incredulidad y surrealismo.
El resto de la tarde la pasamos pegadas a la televisión y al teléfono; el tema de conversación era obvio: "¿Lo has visto? ¡Qué horror!" Nadie daba crédito a lo que había sucedido. Parecía increíble que alguien pudiera haber hecho semejante atrocidad.
Mi madre es profesora de Historia y estuvimos elucubrando sobre quién de todos los enemigos de la nación más poderosa del mundo habría podido haberles pillado en un renuncio de alerta. La Guerra del Golfo y el integrismo islámico salieron en nuestras divagaciones, y lo peor es que íbamos acertando. Quieras no, era inevitable que diera miedo... Sabíamos que éramos amigos íntimos de Estados Unidos por aquellas fechas. Y vaya si nos tocó, el 11 de marzo de 3 años después.
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